INSTITUCIÓN EDUCATIVA LA INDEPENDENCIA |
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GUIA DE TRABAJO N°7 DEL SEGUNDO PERIODO ÉTICA PARA AMADOR – PRIMER CAPÍTULO: DE QUÉ VA LA
ÉTICA FECHA DE ENVÍO: 30 de Octubre - FECHA
DE ENTREGA: 17 de Noviembre |
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NOMBRE
Y GRADO DEL ESTUDIANTE: |
AREA: ÉTICA Y VALORES PROFE:
FREDY TABARES |
GRADO: DÉCIMO
GRUPO: 10°1 y 10°2 |
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OBJETIVOS |
•
Realizar reflexiones personales sobre temas morales
propios de la adolescencia •
Descubrir de qué va la ética, cuáles son sus temas y
preocupaciones |
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TEMA : ÉTICA PARA AMADOR ÉTICA PARA AMADOR – PRIMER CAPÍTULO: DE QUÉ
VA LA ÉTICA |
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A
continuación, encontrarás el primer capítulo de “’Ética para Amador”. Te
invito a que lo leas para que puedas responder a la actividad de esta guía, y
a que esperes el segundo capítulo en la guía siguiente. A propósito, lee
mucho para que te vayas preparando para unas muy buenas Pruebas Saber 2021 CAPITULO PRIMERO DE QUÉ VA LA ÉTICA Hay
ciencias que se estudian por simple interés de saber cosas nuevas; otras,
para aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría,
para obtener un puesto de trabajo y ganarse con él la vida. Si no sentimos
curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios, podemos prescindir
tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes, pero sin
los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo,
lamento no tener ni idea de astrofísica ni de ebanistería, que a otros les
darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir
tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del
fútbol, pero estás bastante pez en béisbol. No tiene mayor importancia,
disfrutas con los mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana y todos
tan contentos. Lo
que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad.
Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar
con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni
ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si
quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en
ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por
ejemplo, de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para
la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y ácido
prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno
cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias
serán antes o después muy desagradables. Pequeñeces así son importantes. Se
puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir. En
una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno
imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos
convienen ciertos alimentos ni nos convienen ciertos comportamientos ni
ciertas actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos convienen si queremos
seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía
puede ser muy adecuado o también procurar rodearse del mayor número de
enemigos posibles. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es
vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De
modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo
«bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy
mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir:
distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos
adquirir -todos sin excepción- por la cuenta que nos trae. Como
he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber
lo que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras, quema; así
como el agua puede quitar la sed, pero también ahogarnos. Sin embargo, a
veces las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan
nuestro brío o producen sensaciones agradables, pero su abuso continuado
puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas, pero en otros, malas: nos
convienen y a la vez no nos convienen. En el terreno de las relaciones
humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es
algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra -y todos
necesitamos hablar para vivir en sociedad- y enemista a las personas; pero a
veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna
ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor
decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe
engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos
conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los
demás ya hemos dicho que es por lo común inconveniente, pero ¿debemos
consentir que violen delante de nosotros a una chica sin intervenir, por
aquello de no meternos en líos? Por otra parte, al que siempre dice la verdad
-caiga quien caiga- suele cogerle manía todo el mundo; y quien interviene en
plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida -es más probable que se
vea con la crisma rota que quien se va silbando a su casa. Lo malo parece a
veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de
malo. Vaya jaleo. Lo
de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos
respecto a qué debemos hacer. En matemáticas o geografía hay sabios e
ignorantes, pero los sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental.
En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes. Si uno
quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula
uno o al alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será
mejor buscar las aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran
que lo más noble es vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es
lograr que los demás vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es
ganar dinero y nada más, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud,
tiempo libre, afecto sincero o serenidad de ánimo no vale nada. Médicos
respetables indican que renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro
de alargar la vida, a lo que responden fumadores y borrachos que con tales
privaciones a ellos desde luego la vida se les haría mucho más larga. Etc. En
lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de
acuerdo con todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas
coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al
menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera
algo completamente determinado y fatal, irremediable, todas estas
disquisiciones carecerían del más mínimo sentido. Nadie discute si las
piedras deben caer hacia arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto. Los
castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas
hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni
abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural cada animal
parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él si
discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza,
aunque quizá la mosca considere mala a la araña que tiende su trampa y se la
come. Pero es que 1a araña no lo puede remediar... Voy
a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas hormigas
blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de
alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando,
por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el
hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas,
mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba,
por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse
los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida, las
termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza, a
toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado
salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como ni por
tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de los
asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces
mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con
toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero
lo cierran dejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que
sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una
medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes? Cambio
de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de
Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las
murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun
sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo
hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus
conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe,
un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que
las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se
ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que
cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más
auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre
un caso y otro? Sencillamente,
la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque
tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la
mosca). Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las
termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que
otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza
para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir
que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que
él. Quizá sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por un caradura
o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero
es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha
presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se
supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo
está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con
épica emoción. A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y
por eso admiramos su valor. Y
así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los
animales (y no digamos ya los minerales o las plantas) no tienen más remedio
que ser tal como son y hacer lo que están programados naturalmente para
hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles por ello porque
no saben comportarse de otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin
duda muchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde luego, los hombres
también estamos programados por la naturaleza. Estamos hechos para beber agua,
no lejía, y a pesar de todas nuestras precauciones debemos morir antes o
después. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro programa cultural
es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que
le da forma (un lenguaje que se nos impone desde fuera y que no hemos
inventado para nuestro uso personal) y somos educados en ciertas tradiciones,
hábitos, formas de comportamiento, leyendas...; en una palabra, que se nos
inculcan desde la cunita unas fidelidades y no otras. Todo ello pesa mucho y
hace que seamos bastante previsibles. Por ejemplo, Héctor, ese del que
acabamos de hablar. Su programación natural hacia que Héctor sintiese
necesidad de protección, cobijo y colaboración, beneficios que mejor o peor
encontraba en su ciudad de Troya. También era muy natural que considerara con
afecto a su mujer Andrómaca -que le proporcionaba compañía placentera- y a su
hijito, por el que sentía lazos de apego biológico-Culturalmente, se sentía
parte de Troya Y compartía con los troyanos la lengua, las costumbres y las
tradiciones. Además, desde pequeño le habían educado para que fuese un buen
guerrero al servicio de su ciudad y se le dijo que la cobardía era algo
aborrecible, indigno de un hombre. Si traicionaba a los suyos, Héctor sabía que
se vería despreciado y que le castigarían de uno u otro modo. De modo que
también estaba bastante programado para actuar como lo hizo, ¿no? Y sin
embargo... Sin embargo, Héctor hubiese podido decir: ¡a la
porra con todo! Podría
haberse disfrazado de mujer para escapar por la noche de Troya, o haberse
fingido enfermo o loco para no combatir, o haberse arrodillado ante Aquiles
ofreciéndole sus servicios como guía para invadir Troya por su lado más
débil; también podría haberse dedicado a la bebida o haber inventado una
nueva religión que dijese que no hay que luchar contra los enemigos sino
poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Me dirás que todos estos
comportamientos hubiesen sido bastante raros, dado quien era Héctor y la
educación que había recibido. Pero tienes que reconocer que no son hipótesis
imposibles, mientras que un castor que fabrique panales o una termita
desertora no son algo raro sino estrictamente imposible. Con los hombres
nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con
otros seres naturales sí por mucha programación biológica o cultural que
tengamos, los hombres siempre podernos optar finalmente por algo que no esté
en el programa (al menos, que no esté del todo). Podemos decir «sí» o «no»,
quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos veamos por las circunstancias,
nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios. Cuando
te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A lo que nos diferencia
de las termitas y de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e
irremediable. Cierto que no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero
también cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquí
conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad: Primera:
No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales
padres y en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser
guapos o feos, que los aqueos se empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.),
sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o
rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados, vestirnos a
la moda o disfrazarnos de oso de las cavernas, defender Troya o huir, etc.). Segunda:
Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo
indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro
de lo posible) que la omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno
quiere, aunque pareciese imposible). Por ello, cuanta más capacidad de acción
tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad. Soy libre
de querer subir al monte Everest, pero dado mi lamentable estado físico y mi
nula preparación en alpinismo es prácticamente imposible que consiguiera mi
objetivo. En cambio, soy libre de leer o no leer, pero como aprendí a leer de
pequeñito la cosa no me resulta demasiado difícil si decido hacerlo. Hay
cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende
de mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque en el mundo hay otras
muchas voluntades y otras muchas necesidades que no controlo a mi gusto. Si
no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se
estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por
ello dejaré de ser libre... aunque me escueza. En
la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde
terremotos o enfermedades hasta tiranos. Pero también nuestra libertad es una
fuerza en el mundo, nuestra fuerza. Si hablas con la gente, sin embargo,
verás que la mayoría tiene mucha más conciencia de lo que limita su libertad
que de la libertad misma. Te dirán: «¿Libertad? ¿Pero de qué libertad me
hablas? ¿Cómo vamos a ser libres, si nos manipulan desde la televisión, si
los gobernantes nos engañan, si los terroristas nos amenazan, si las drogas
nos esclavizan, y si además me falta dinero para comprarme una moto, que es
lo que yo quisiera?» En cuanto te fijes un poco, verás que los que así hablan
parece que se están quejando, pero en realidad se encuentran muy satisfechos
de saber que no son libres. En el fondo piensan: «¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos
quitado de encima! Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de
lo que nos ocurra...» Pero yo estoy seguro de que nadie -nadie- cree de veras
que no es libre, nadie acepta sin más que funciona como un mecanismo
inexorable de relojería o como una termita. Uno puede considerar que optar
libremente por ciertas cosas en ciertas circunstancias es muy difícil (entrar
en una casa en llamas para salvar a un niño, por ejemplo, o enfrentarse con
firmeza a un tirano) y que es mejor decir que no hay libertad para no
reconocer que libremente se prefiere lo más fácil, es decir, esperar a los
bomberos o lamer la bota que le pisa a uno el cuello. Pero dentro de las
tripas algo insiste en decirnos: «Si tú hubieras querido...» Cuando
cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que
le apliques la prueba del filósofo romano. En la antigüedad, un filósofo
romano discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que
todos los hombres no tienen más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo
cogió su bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. «¡Para, ya
está bien, no me pegues más!», le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de
zurrarle, continuó argumentando: «¿No dices que no soy libre y que lo que
hago no tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva
pidiéndome que pare: soy automático.» Hasta que el amigo no reconoció que el
filósofo podía libremente dejar de pegarle, el filósofo no suspendió su
paliza. La prueba es buena, pero no debes utilizarla más que en último
extremo y siempre con amigos que no sepan artes marciales... En
resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos
inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que
nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos
parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos
equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no
suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y
procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber
vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética. De ello, si
tienes paciencia, seguiremos hablando en las siguientes páginas de este
libro. ·
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LA SIGUIENTE ES LA ACTIVIDAD QUE DEBERÁS REALIZAR DESPUÉS
DE LEER EL CAPÍTULO ANTERIOR: Te ayudo con las páginas donde se encuentran las respuestas,
pero trata de comprender y responder con tus palabras 1.
Da una opinión general acerca de cómo te pareció este
primer capítulo del libro 2.
Explica la comparación que Savater hace entre las hormigas
termita y Héctor, el héroe de la Ilíada. (Esto lo encontrarás en la segunda
página de esta guía) 3.
¿En qué nos diferenciamos los seres humanos de las
termitas? (Segunda página) 4.
¿Qué limitaciones tiene la libertad humana? (Tercera
página) 5.
¿Cómo le responderías a quien intente demostrarte que no
eres libre? 6.
Reflexiona y explica las siguientes frases de Savater: “Se
puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir” (Primera
página) 7.
En sentido general, ¿a qué llamamos “bueno” y a qué
llamamos “malo”? (Saca tu propia conclusión) 8.
A veces no resulta claro distinguir entre lo “bueno” y lo
“malo”. En ocasiones lo malo puede resultar más o menos bueno y lo bueno más
o menos malo… (Primera página) Explica
con tus palabras y pon ejemplos 9.
A qué nos referimos cuando hablamos de libertad? (Segunda y
tercera página) 10. “Es mejor decir que no hay
libertad para no reconocer que libremente se prefiere lo más fácil” (Tercera
página) ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- RECUERDA QUE LO QUE SE
EVALÚA EN ESTA GUÍA DE TRABAJO, ES: *Esfuerzo y buen desarrollo de las respuestas, *Buena presentación del
trabajo, *Entrega a tiempo del trabajo, *Cuidado en la redacción, ortografía
y puntuación (no será lo más importante pero tenlo en cuenta) |
miércoles, 16 de diciembre de 2020
GUIA N°7 GRADO DÉCIMO – PERIODO 2 - 2020 - ÉTICA PARA AMADOR – PRIMER CAPÍTULO - Ética y Valores
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